viernes, 7 de marzo de 2014

Emprimaverada

Y el árbol del mango recibió las primeras gotas de lluvia y me arrancó la primavera desde dentro.

Fue el primer viernes de febrero, después de ver amanecer en el castillo de Aracena, recién despierta entre los cuidados de mis queridos amigos -viajeros y amorosos- que ahora habitan esos lares. Fue un amanecer gélido que me hizo abrir los ojos como platos para enterarme de que la belleza, en ocasiones, exige de dejarse de tonterías y pequeños malestares y arriesgarse a vivir. Como decía en el último programa de radio "para ser bienaventurado, primero hay que aventurarse".

Quizá ese frío mañanero era el choque necesario para abrir los ojos y el alma a lo que venía, a lo que viene, a lo que está.

El camino de regreso fue lento, con muchas paradas, alargando los kilómetros para ocupar el día y así no pensar en que me tocaba hacer un "desnudo emocional" para presentar mi libro*,  y con eso cerrar el ciclo del intenso dolor que me ha puesto la vida "pa tos laos, menos pa Cuenca".

Cuando se abrió el acto frente a mí estaban amigos, familia, conocidos, desconocidos, mi hija...y al latido de mis palabras me resonaban por dentro los momentos vivídos en los últimos años, realmente mantener el tipo fue la mayor proeza de ese día (eso y seguir siendo una señora con el tema de mi divorcio).  Se fue soltando la palabra, se fue relajando el alma, se fueron mirando los ojos y de ellos nació la complicidad de compartir ese cauterizador momento de inflexión vital.

El libro está en venta, con toda yo en mi peor época plasmada en él, está en venta porque mi alma no lo está, ya no lo está.

Y ese mágico día me empezó la primavera interior, con todo su frío, con toda su lluvia, con todas sus nubes...mientras las casas y las almas sin ventanas, ni luz, se acomodaban al brasero...a mí me empezaron a salir ramas inesperadas en todas las direcciones, empezaron a brotarme hojas en la esperanza, empezaron a lloverme tormentas cortas para que me salieran arco iris en la voz.

Ese día los desnudos emocionales no se quedaron en la sala de la universidad, siguieron en la noche, siguieron al día siguiente y al otro y al otro...y me sentí cómodamente desnuda de tanta fortaleza como se me atribuía, para permitir que me transpirara el mundo por los poros, y entonces, sólo entonces, entendí que la época de transición había merecido la pena porque me reconocía más que nunca, porque ser sirena es sólo un complemento, como las gafas.

Y entonces, cambié de look, de nombre, de percepción, de conciencia, y empecé a caminar por el mundo con el apoyo de miles de bastones amorosos que me aguardan en cualquier ciudad, incluida la que habito.

Es por todo eso que hoy, que hace sol también fuera de mí, me siento a escribir -después de dos meses- para que no se me olvide que aquí empezó todo: en el reescribirme para decidir libremente quien me da la gana de ser, porque más allá de lo vivido...está hoy, y más allá lo que vendrá...pero mientras tanto han florecido los árboles de mango y la cosecha está empezando a permitirme soñar cada noche con la paz de saberme flotar, a salvo del miedo que ya no tiene sentido.

Nunca es en vano la aventura de vivir, porque de ella nacemos cada día con las pilas puestas para que nos vuelen alas nuevas, y es que a estas alturas por menos de apasionarme...ya no me muevo, y para encontrar ese amor apasionado a la vida no hay que ponerse a salvo, en todo caso hay que salvarse de la rutina, de los dictados ajenos, las normas absurdas y los dogmas...y entonces creer que todo es posible pero, eso sí, hay que dejar hueco para que llegue.

Buenos días y buenas noches.


* El libro se llama "En busca de la sirenidad o el arte de eludir el dolor del miembro fantasma a través de la escritura" y está editado por Social Art Humanización

1 comentario:

  1. Precioso tu escrito Nora. Me encanta ser uno de esos bastones amorosos que te aguardan en cualquier ciudad. Pero que sepas que tú también lo eres, un bastón para mi o más bien unas alas.

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