martes, 27 de agosto de 2013

Saudade

Retomar la esencia misma por un instante, reconocer en el espejo de los días un segundo feliz y agarrarlo con fuerza no garantiza que permanezca, sólo que existe, que existió, que ha existido en algún espacio atemporal de un rincón del mundo...o del alma.
En la existencia de esos segundos se resume la esperanza de eternidad.Cuanto más se repiten, más consistente se vuelve la esperanza, más posibilidad de saludarla cuando aparece, más sonríe cuando pasea por una calle cualquiera de cualquier lugar del mundo digno de volverse habitable.

Llegado el momento de ser realistas la necesidad de tomar tierra no es un obstáculo para avanzar, es sólo un despertar con todas las variaciones y permutaciones posibles de realidades paralelas, que no son ni mejores, ni peores...tan sólo desconocidas. Y en esos vericuetos, sin gps fiable, un vino en mitad de una noche de lunas que se pasean dejando bocas abiertas a la belleza, puede convertirse en la estampa perfecta para definir el restablecimiento de la cordura. Un instante de libertad absoluta, de presente en primera persona: soy y estoy.

A veces esos instantes son sólo asideros para seguir confiando en la vida, otras regalos, otras retos para reventar el espejo de lo que la verdad devuelve. Hay una palabra portuguesa de difícil traducción: saudade. Es algo así como una melancolía de lo que se ha perdido, de lo que se vive y se sabe irrepetible, de esos recuerdos para el futuro...No es que no hayan existido, ésa es la buena noticia, es que su impermanencia es como la de la propia vida.

Acabo de regresar de mi enésimo viaje a mi rincón natural del mundo, a ese lugar sin calendario, ni periódico, ni conflicto...y la vuelta me remueve entera. No siento saudade, siento pereza para afrontar los desvaríos de este mundo que se empeña en mentir, en crear paraísos artificiales, en fingir lo que no se es, lo que no se siente, este mundo capaz de viajar en primera para ocultar una infelicidad de tercera regional.

Una se instala en la falsa idea de control, en que todo está bien y una enésima vuelta de tuerca lo descoloca todo, no, no era eso tampoco. Parece que la felicidad mayúscula se hace esperar, y mientras tanto hay que experimentarse y crecer.  Pequeñas felicidades conquistadas (las regaladas son peligrosas, se van de manera inesperada) se contonean mirando a la cara con dignidad, dejándose mirar y reír en idiomas propios y extraños. A veces desde el balcón y otras tras conducir hasta un confín del planeta siempre atardece entre la luz brillante o entre brumas...y de repente llenar de contenido cada día con instantes, y nada más, convierte la dirección en sentido propio...  para que el día menos pensado las manos estén llenas para ofrecer lo mejor de una, después de ganar mil batallas, pero sobretodo la guerra a la "saudade".


1 comentario:

  1. Lindos abrazos para tí en tu regreso.
    Saudade......Melancolías.....Dosificadas: un placer; Insistentes no las quiero.

    Isamar

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