viernes, 21 de junio de 2013

Ayer en el parque...

Desde hace unos meses voy al parque con mi hija sin ayuda de nadie. La primera vez que nos aventuramos, mientras ibamos de la mano, me dijo ¡qué bien, mami! las dos solas, como ya no te caes... me reí de su honesta inocencia y le agradecí su confianza en mí. 

Ese día hicimos un trato, si ella se portaba bien iríamos muchas otras veces, y ¡se portó tan bien!...que ya, siempre que el tiempo acompaña, vamos sin pedir a nadie que nos acompañe. Va de mi mano hasta que llegamos a la zona de juegos, me pregunta antes de hacer algo, viene cuando la llamo y tenemos un itinerario que hemos diseñado juntas: cantar y bailar en la caseta de la música, descubrir tesoros en el parque homenaje a un ilustre del pueblo (me reservo la opinión sobre el parque en cuestión) que a ella le encanta por su alto grado de matices surrealistas; luego pasamos por la zona de educación vial y le digo los nombres de las señales, aunque ella no se los aprenda, y finalmente vamos a la zona de juegos. Allí solemos coincidir con otros niños y niñas en el tobogán y, con su natural frescura infantil, acaban interaccionando sin complicaciones, ni plantearse si volverán a verse o no, ni les importa, porque lo único importante es ese momento presente.

En esta intensa semana ella ha cumplido tres años de vida y yo ayer cumplía dos de sirena.  Desde que me levanté tenía un raro nudo en el estómago, mi primer pensamiento al despertar fue "hace dos años a estas horas entré en quirófano". Ups. Me pasé la mañana estudiando y maquinando qué hacer para ahuyentar esa pesada energía del recuerdo del dolor. Pensé en salir de copas, pero no me apetecía demasiado. Irme a otra ciudad era precipitado...y de cualquier modo tengo tanto que hacer ahora que no quería despistarme mucho de mi camino...así que decidí que ya se me pasaría...y se me pasó: estábamos Maya y yo jugando en nuestro parque favorito cuando un grupo de cinco niñas, entre los 3 y los 6 años, preguntaron a Maya si quería jugar con ellas. Organizaban ilusionadas una fiesta en palacio, ni que decir tiene que hablaban de princesas, príncipes, caballos y coronas con una soltura que daba escalofríos (que daño ha hecho Disney a las perspectivas de república). Se habían repartido los espacios del parque en zona de comida, de tiendas, de baile...la verdad es que se lo estaban pasando en grande y Maya no tardó en integrarse. 
Yo las observaba a cierta distancia e interaccionaba con ellas cuando "su guión" lo requería. Celebraron un imaginario cumpleaños y siguieron maquinando juegos.
En un determinado momento sonó mi móvil y me enfrasqué en una conversación de adultos sobre mi tesina, justamente cuando iba a colgar me vi rodeada por el grupo de niñas que gritó al unísono ¡SORPRESA! y me sorprendieron, desde luego que sí ¡Habían ideado una fiesta para mí! me cantaron, me hicieron regalos imaginarios, habían creado una tarta de hojas del suelo y me daban helados de colores invisibles...me emocioné reflejandome en sus miradas ilusionadas y les preparé un imaginario arroz que nos comimos en la plataforma de muelles, como si se tratara de la mesa de los salones reales.
Maya me miraba cómplice y, de alguna manera, presumía de mami, mientras las demás niñas me seguían trayendo regalos que cogían por ahí o se inventaban...fue mágico, muy mágico.
Y sí, tuve mi celebración para alejar el "mal vahío", se fue lejos lejísimos...ojalá que al País de Nunca Jamás.
Cambió mi energía y me renovó la alegría. Cuando llegué a casa, más que agradecida al Universo, pensé: es lógico, te estás construyendo desde cero, aprendiste a caminar, luego a hablar, luego fuiste al cole, ahora toca aprender a jugar, ya vendrá el resto...y me dormí...sonriendo.


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