martes, 30 de abril de 2013

Dejarse querer...

Mi coche tiene la cara desfigurada por las pecas de miles de mosquitos suicidas, que se le han estampado en estas semanas de caminos, carreteras y autovías.
Recorriendo esta mitad del país desde el volante de mi "Salva", amazona conduciente de mi pecoso clio que fiel, seguro y certero me lleva y me trae hasta el mundo que espera siempre para ser amado.
Se destiló la esencia de mi Madrid interior, ése que desde hace veinte años me regala pulsiones de pura vida, retos y sorpresas. Amigos y hermanos de alma a mi lado, paseando de la mano presente a este nuevo ritmo lento que me deja contemplar cada retazo de vida sin prisa, sin pausa.
Ya no busco el mismo rostro de siempre entre la gente, ahora agradezco haber vivido aquellos años pasionales que me trajeron donde estoy ¡cuánto amé Madrid! ¡cuánto amé en Madrid! y no hay pena en mis palabras, no, agradezco la inmensa fortuna de haber rozado todos los límites y seguir viva...hay quien nunca sentirá eso, yo lo hice, bendito fue, bendito es...
Y de aquello no quedan secuelas, quedan amigos, quedan en la piel del alma escritas notas, poemas y lecciones inolvidables, pero sobretodo queda el amor incondicional de quienes siguen estando, pasen los años que pasen, regalándome la reconciliación con esta ciudad, con la vida y conmigo.  Dotando de sentido todo...hasta a los amigos nuevos que llegan. Valor regalado que nos avala para asumir hasta los riesgos pasajeros de, por ejemplo, una cita a ciegas que renueve la emoción, mientras la atención está puesta en el tráfico y en el gps que me lleva alguna calle con nombre de cuento disney; o a la mirada eterna de los dos segundos que se tarda en reconocer otra alma amiga, sin expectativa, ni miedo; o quizá a un  intenso paseo que dura los dos minutos, justos y necesarios, para constatar que no me caigo cuando mi mano camina en otra cintura...y respiro.
Mentras tanto el marido perfecto me espera para cenar y reimos, reimos y nos sabemos desde la absoluta certeza de que nuestro amor de amigos es eterno, y digo eterno de varias vidas, no puede ser de otra manera...y con esa seguridad se puede afrontar todo: devaneos, juegos, pasiones y desengaños...no hay red más segura que el amor de verdad, ese que no está sujeto a contratos, fidelidades, ni pruebas, ése que nace del tiempo compartido, de la generosidad absoluta y la entrega sin clausula alguna.
Carretera y manta en dirección al Sur. Mil paradas en el camino (como de viaje a Itaca pero más corto) llamada y parada temeraria para escuchar una voz telefónica, música, mucha música, risa, mucha risa y parada para abrazar a otra amiga del alma, un abrazo de solidaria emoción en su duelo de reconocer que la vida es efimera y que cuando parten los nuestros se vuelve irreal todo.

Kilómetros de silencio y respeto hasta que el mar nos mira a la hora de cenar. Otra alma hermana aguardando la llegada, ilustrando de humor el tiempo compartido, paseos y armonía al lado del Mediterráneo. ¡Vamos, arriésgate de nuevo! Aquí te espero para cenar, nadie te romperá más el corazón y si lo hacen lo pegaré con risa y abrazos, me dice sin decir. Y me arriesgo. Y no pasará nada si no estás de vuelta para la cena, porque siempre puedo ir a San Pedro y en la cocina familiar de mi amiga de casualidades (maestra de mi yo recién parido a las noches y dias de mi adolescente Granada) comerme un bocata de ternura y jamón que aliviará, en su presencia, el hueco de un extraño día de forzar la máquina para no llegar a ningún sitio.
Y luego cambia el paisaje interior, se nubla y llueve... Sevilla...¡uf! devastador camino al semisótano del hospital que me robó tanto tiempo, tanta energía y hasta la pierna izquierda. No me resulta fácil contener el llanto en esa sala de espera que guarda en un armario tanto miedo acumulado en estos años de revisiones. El listado de pruebas protocolarias se me atasca en la garganta y de buena gana destrozaría la consulta a bastonazos. No, no lo hago, en lugar de eso me aferro al brazo de mi Esther (roble seguro, bastón infalible desde los veinte años) y nos vamos a comer, llorar y reir con  la misma intensidad, dándonos valor para seguir adelante y despidiéndonos con un "te amo", con la absoluta sinceridad que sólo verbalizan los amigos que nos han visto oscilar de una esquina a otra del barómetro de la felicidad con la misma cercanía, con el mismo abrazo esperando.
¿Y ahora? Conducir llorando se está convirtiendo en una especialidad de la casa, no, no es llanto triste siempre, a veces es emoción, a veces es alegría,  a veces es dejar escurrir la colada de lo que se acaba de limpiar...Ahora me vine a dejarme querer a mitad de la sierra de Aracena, con ¿amigos del alma? por supuesto. 
Soy rica, tremendamente rica, porque estoy aprendiendo a dejar de vivir al limite desde el miedo y ahora me sale hacerlo desde el amor y, realmente el amor emana por doquier. No, no es dificil, soy tan absolutamente afortunada que desde este paisaje maravilloso puedo emocionarme con la compañia interna de tanta bella gente que me espera en cualquier sitio...Soy muy rica, sí, lo soy.



4 comentarios:

  1. Mi coche creo que no tiene insectos. Iré a mirar porque lo llevé a Holanda a la fiesta de Máxima y pudo entrar algún mosquito.

    Besos de Princesa

    ResponderEliminar
  2. estás viva!!!
    rocas, montañas de rocas

    ResponderEliminar
  3. Amada esposa, un regalo es para mi saberte (que no tenerte), cerca o lejos, pero saberte, sentirte. Da igual que estés triste, contenta, furiosa, iracunda, dormida, da igual...QUÉ SUERTE ES SABERTE Y SENTIRTE!!!!

    TE AMO

    ResponderEliminar