martes, 27 de noviembre de 2012

Berlín

Pisé una franja de veinte centímetros de ancho en mitad de la calle. Traté de abarcar con la mirada su longitud y me perdí en aquella ciudad infinita. Pero sí, era finita, tenía límites, los tenía aunque yo no los viera ¿Y esto qué es exactamente? Es el recuerdo que se decidió dejar en la ciudad de la más absurda de las barreras entre personas que decidieron los gobiernos y que marcaba exactamente el trazado del muro, es la memoria de la separación, el recuerdo de la idiotez política, de la crueldad institucional. Es la llamada a un escalofrío cada vez que alguien cruza esta línea imaginaria que una vez fue el Muro de Berlín.

¡Vaya, que edificios tan espectaculares! ¿qué son? Pues verás, esta era la zona de los cabaret en los años veinte y treinta. Cuando acabó la segunda gran guerra mundial y, ya se había rendido Alemania, tuvieron lugar unos cruentos bombardeos que arrasaron esta zona, quedó tan destruida que ni tan siquiera se repartieron esa plaza, sólo quedaron cenizas. Estos edificios tienen una ejecución tan diversa porque cada uno de ellos fue encargado a un arquitecto distinto, eso sí se eligió a los mejores del mundo para su diseño. Sí, sí, el más espectacular es el Sony Center y su cúpula de cristal, fíjate tenemos un museo de la arquitectura postmoderna en pleno corazón de la ciudad. Sí, sí en Postdamer Plazt ¿Qué fue de los cabaret y de lo que había allí? Todo quedó arrasado, no se parece en nada a lo que hay ahora, pero no por eso ha dejado de ser  Postdamer Plaz ¿sabes?

¿Por qué la tumba de Marlene es la más sobria del cementerio? Porque los neonazis la profanan  de vez en cuando. Se ve que les sigue jodiendo, eso quiere decir que no la olvidan, así que será su memoria permanecerá entre ellos, con lo cual no morirá nunca...les sale el tiro por la culata, eso es más frecuente de lo que parece.

¿Y ese ruido? Son aviones que aun se conservan de la guerra, hacen vuelos para turistas. Uffff, me ha dado un escalofrío por la espalda. Dolorosamente evocador, planea el pasado por el cielo primaveral de una mañana cualquiera. No, no es mi recuerdo, yo no lo viví, pero de alguna manera esa memoria de los bombardeos está marcada en el ADN de la humanidad...me pregunto cuántos aviones como ése habrán arrancado miles y miles de vidas desde la altivez de matar desde arriba, sin compasión y sin ver el dolor de cerca...no pude evitarlo y lloré.

¿Y este sitio cómo se llama? Es lo más moderno en música Goa 
¿Y éste? un oasis de drogas de diseño en mitad de un precioso parque
¿Y ese otro? es un sitio de ambiente en tres plantas de discotecón
¿Y ese musicón? Nena, el Love Parade 
¡Pues vaya! ¡qué divertido es Berlín!
...

Hace unos años la vida me regaló el pulso de esa ciudad que me enamoró (la gente que me acompañaba contribuyó muchisimo) se me metió entre los poros de la piel y me sedujo. La ciudad me amaneció varias veces y pude mirarla a la cara ¡Había sufrido tanto! Bombardeos, dictadores, masacres, muros, estupidez humana, genocidio...pero ahí estaba, sin perder la memoria y levantando con dignidad sus edificios, sus parques infinitos, sus plazas coloridas.
Reconstruyéndose una y otra vez, llorando sus pérdidas, creando desde las cenizas sin perder la memoria. Berlín pudo estar arrasada, pero no por eso dejó de ser Berlín. La memoria de su dolor, es también la de su valentía. No sé como era esa ciudad hace cien años, pero sé como es ahora y la verdad es que le sientan bien los años y las reconstrucciones, le sienta tan bien haber vivido y tener cicatrices...que la siento como una mujer madura y sabia, que no perdió el tren, ni se subió al primer carro que pasó para no mirarse al espejo del futuro, no, no: eligió la belleza.

Cuando, desde dentro o desde fuera, aparece la prisa por reconstruirme pienso en Berlín y me sosiego. Ya pasaron los bombardeos, los dictadores y los muros... decido yo el cómo, cuándo y dónde de mi propia reconstrucción. Elijo, por tanto, que los mejores arquitectos me creen una  Postdamer Plazt en el futuro, elijo que la vida sea una isla de los museos comunicada con el mundo a través de la belleza, elijo tener un salón de música Goa para bailar como me de la gana, elijo a mis aliados, elijo tomarme una Berliner en un parque que una vez fue una cárcel, elijo que las cenizas de lo que fue se las lleve el viento al río Spree...
Berlín no dejó nunca de ser Berlín. Sólo que su renacer necesitó de un tiempo... su proceso es constante y renovador, late y fluye, vive por tanto permitiéndose asentarse para que su latir no sea una improvisación chapucera hecha para tapar huecos, sino una construcción serena que mejore lo anterior. De todas las ciudades que he conocido es la más moderna, sin duda, seguramente porque aprendió del dolor y mira de frente...

Como cantaba mi querida Martha con voz tequilera en una madrugada canalla "Yo dejé un cofre en Berlín", a cambio me traje el aprendizaje de la belleza implícita en el resurgir...con arrugas y cicatrices, pero con la serenidad de mirar y ver...sin conformarme con la primera parada cómoda, gris, aburrida y triste del camino, eso y la conciencia de que todo empieza hoy...

ICH HAB NOCH EINEN KOFFER IN BERLIN
Marlene

1 comentario:

  1. Pues si es interesante sacar nuestro lado "Phenix". De hecho, en los locales "de la noche", estaría bien contar con una "HORA PHENIX", y de esa manera nos asegurábamos, de verdad, un amanecer FELIZ.

    Besos
    Isamar

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