martes, 23 de octubre de 2012

El foco (II parte)

Quiero cerrar los ojos y mirar lo que yo quiero...
En el post anterior hablaba de los focazos que se encienden encima de una cuando menos se lo espera, de esa fuerza brutal que nos desconcierta cuando, después de una caída, nos quedamos sobre el suelo bocarriba mirando el cielo y nos impresiona la luz.
Así en mitad del universo, con la voz puesta a disposición de la vida, con el mirar enfocado por fin después de limpiarse el alma a base de abrazos, llanteras, risas y ángeles protectores de precisa y preciosa presencia, así con la sonrisita desperezándose juguetona, así como si no existiera el tiempo oscuro, así recién amanecida la ventana, la canción perfecta, el café recien hecho, así me he comido el focazo con tomate y jamón, me lo he tragado, a ver si por fin consigo creerme que la luz sale de dentro y que me faltan muchas cosas, pero esa no.
En la última semana los giros en tirabuzón de la vida me han llevado a vivir en Pandora un rato, es como si mi Avatar (que con mis dimensiones era más bien la versión pitufina coja) se me hubiese plantado enfrente para decirme "Nena ¿dónde vas con mantón de manila si tú siempre fuiste de lino blanco y hasta de chupa de cuero?" Y de repente un fogonazo me ha puesto el cielo encima para que ése sea el límite y no las tonterías cotidianas que tanto trabajito me había costado dejar en las cunetas de los caminos recorridos "golpe a golpe, verso a verso".
Mi Avatar (además de tener unos ojazos que pa qué, como todos los Avatar) me ha plantado un par de besos, se ha presentado, me ha cogido de la mano y, cuando yo creía que me iba a echar la bronca, me ha preguntado por la niña que me habita dentro "¿se sale a jugar un rato? Pues mira sí, que estoy ya de tomarme la vida en serio hasta el mismísimo" y justo cuando salió a jugar, justo en ese bendito instante me di cuenta de que la inmensa mayoría de las cosas que me tomo en serio no son cosas mías sino de los miedos ajenos, quizá de la educación castradora que nos enseña a reproducir conocimientos y no a crearlos, o del temor a un qué dirán que a mí siempre me importó un pepino, o de una culpa culpita que me ha tenido negro el corazón sin razón, ni sentido y es que esto de ser diferente (anque todos los somos) es una molestia para los ojos de quién no saca nunca los pies del plato...y yo diferente soy un rato (aunque esté feo decirlo). 
Así que después de ese examen no buscado sino encontrado, una se ha puesto sus mejores galas seductoras para que otra vez esté de conciertazo mi alma, se me han encendido los focos, la luz entra a raudales por los balcones, me reescribo al dictado de la pitufina coja y como premio a mi lealtad a quien de verdad soy... por fin me guiñaron el ojo del que hablaba en la anterior entrada...ahora toca que además del guiño se amartelen las voces y la piel...tó se andará...
La luz está encendida...cuando quieras la compartimos...


2 comentarios:

  1. Qué gusto leerte....pues va ser que si, ya está bien de ir golpe a golpe, ahora toca jugar para desterrar los miedos ajenos. Sacabó!!! Luces, cámara y acción, el alma de la Norah está de concierto, y yo tengo mi localidad en la tercera fila de la butaca de patio... y te voy a disfrutar, ya te toca :-) (La Telma)

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  2. Pues sí Telma de mi alma...parece que los focazos se encienden...que da gusto...jejeje
    Me encanta tenerte cerca.
    Muuuuuuak

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