Las películas de ciencia ficción llevan dando pistas a los inventores mucho tiempo, eso sí no sabemos si fue antes el huevo o la gallina, me explico: a lo mejor es que antes de que se creen imágenes o tramas ya hay investigaciones previas que nos ocultan por razones socioeconómicas que desestabilizarían la economía mundial. Por ejemplo desde que soy pequeña he escuchado mil veces hablar del "extrapolador de partículas", ese invento que nos permitiría trasladarnos de un lugar a otro en cuestión de segundos, ahorrándonos el engorro de coger el coche, al autobus, el avión o el tren (aunque según qué distancias yo siempre prefiero conducir, la verdad) y que nos trasladaría al lugar elegido en el instante justo de necesitar una conversación con amigos del alma, un achuchón atrevido o una reunión de trabajo ¿qué, que no?
Pero a mi Uge y a mí hoy se nos ha ocurrido otro invento (doy ideas por si alguien quiere investigar ¿eh?) que revolucionaría las ciencias sociales y humanas y que nos aportaría la máxima información posible de cualquier ser humano: el lector de camas.
La vida entera de una persona se puede dilucidar, hasta en sus vericuetos más imposibles, si encontrásemos la manera de hacer hablar a un colchón, una almohada, unas sábanas y unas mantas. Y es que la vida entera pasa por la cama.
Nos dice donde nacemos, nos muestra el primer llanto y la primera risa, la primera búsqueda de comida en la fortaleza inexpugnable de una madre que amamanta, los primeros juegos, las primeras palabras, el primigenio miedo que sembrará de bombas mina el resto de miedos que nos acompañarán (sin que lo sepamos) para siempre.
Las sábanas nos hablarán del primer frío invernal, del primer roce suave de una brisa de primavera, del primer calor de verano arrolladas en los pies, de la primera vergüenza que nos tapará en una noche en que la vida nos jugó una mala pasada, de cuánto sudor empaparon de fiebres reales, de fiebres imaginarias, de febriles sueños y de calientes despertares.
El colchón dirá cuántas vueltas hemos rodado en noches largas vísperas de exámenes, cuántas frustraciones nos han asolado, cuántos amantes han dado forma a su contorno, cuántas noches a solas nos han traído vueltas de arrepentimiento, cuánta de nuestra conciencia o inconsciencia se revela en sus surcos, cuánta dignidad hemos perdido empeñándonos en amores que sólo eran nuestros, o que nunca serían lo que fueron por más que el colchón fuera el mismo. Nos dirá cuánto amor hemos sentido, cuánto desamor, cuánto dolor, cuánta verdad, cuánta mentira, cuan buenos y malos amantes somos o han sido con nosotros...y lo mucho que hemos aprendido y perfeccionado (eso quién sea capaz de hacerlo)
Las mantas nos señalarán el camino de los miles de libros que leímos a su abrigo y que nos hicieron como somos en noches en las que se convirtieron en la mejor motivación para albergarnos, en las mantas y en los libros. Mantas y edredones para amortiguar al mundo y su impacto en nuestra vida, para poner una suave barrera entre los errores y nosotros.
La almohada nos contará cuántas lágrimas hemos derramado, cuántas
traiciones nos han dejado en estado de shock, cuántas alegrías han
imprimido su risa en ella, cuántos gemidos se han ahogado en su mullida
caja de resonancias que se remueven cuando a solas dormimos un sueño
placentero. Cuántas palabras compartidas que en estado horizontal fluyen de manera distinta a la vertical, se han quedado en ella para
recordarnos que "aquello" existió. Palabras que nunca saldrán de la
cama, ni falta que hace, que no tienen tiempo, ni espacio, ni
traducción, ni etiqueta alguna porque sólo se vivieron en aquel remanso sin móvil, ni teléfono, ni facebook... porque entre las
pieles no caben más mensajes que los que hacen cómplices a las almohadas
de esa reinvención de la vida. Cuántos sueños, deseos, proyectos
duermen en ella y que, a veces, hasta laten de emoción despertándonos a
mitad de la noche con las ganas puestas en ideas nuevas. Cuantas veces hundir la cara en ella se vuelve en un esperar a que todo cambie a la vuelta del día.
Cuántos amaneceres, cuántas ternuras derramadas, cuántos miedos, cuánta vida cabe en la cama...En ella, de ella, por ella, a través de ella seríamos capaces de escribir la verdadera biografía de nuestra vida, pero aun no se ha inventado el lector de camas, de momento nos conformamos con interpretarnos sin esa ayuda, que nos haría escribir el curriculum de nuestra propia evolución sin máscara alguna.
Camas llenas, camas vacías, camas grandes, pequeñas, camas apasionadas,
camas prácticas, camas frías, calientes, templadas, camas sin
prejuicios, camas sin deseo, camas para dormir, sentir, amar, perder,
ganar, beber, vivir, comer, lamer, ternurear, dejar pasar la vida,
afanarse en colmarla de sentires, camas que amortiguan la luz, que se
llenan de miedo o de mentiras, camas que no tienen límite, camas sin
esperanza, camas para cada persona, para cada momento, para cada
época...camas abatibles como el ánimo, camas sin temor que sobreviven a todo,
camas para todos los gustos...y el gusto es mío.
cuánta dignidad hemos perdido empeñándonos en amores que sólo eran nuestros, o que nunca serían lo que fueron por más que el colchón fuera el mismo... caray
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