viernes, 23 de diciembre de 2011

Cuatro vidas...


Parece ser que he vivido con mucha prisa...Esa es una sabia conclusión a la que han llegado en mi entorno cercano pero que yo no acabo de ver clara. Lo cierto es que cuando te dan un susto vital de salud, como el que yo tuve con veinte años, quizá el reloj es un contrincante para todo lo que queda por delante. Me he precipitado en decisiones, viajes, historias de amor y desamor, en ritmo cardiaco y hasta en ansiedad por anticiparme al futuro, algo que sumado a la sensación de no poder hacer planes a largo plazo no deja de ser un combustible para ultraligeros cargado de material peligroso.
Cuando la vida ha ralentizado el ritmo me he quedado en estado de desubicación total, y tengo que admitir que no me ha gustado nada, pero nada de nada. A lo mejor este parón en que se me instaló la vida hace unos años haya sido necesario para entender que existe algo llamado término medio y que parece ser el ritmo en el que funciona la vida..."sin pausa, pero sin prisa"...tratando de encajar en él me hallo.
Ese ritmo trepidante me ha permitido encontrarme en situaciones curiosas, en trabajos de lo más variado, en lugares alucinantes, en eventos míticos y con una impresionante variedad de personas diversas. Todo ello trae como resultado lo que sé y lo que soy. Pero el precio que se paga por ese bagaje es el de "acojonar" a las demás personas. Me explico, resulta que como nací en el 72 y ese fue un mágico año criadero de criaturas que llegamos a este mundo en una dictadura, que vivimos una adolescencia llena de reivindicaciones culturales de libertad y nos tocó una juventud consumista y productiva tenemos tal lío que soltamos lo que se nos pasa por la cabeza sin demasiado flitro, a los que no tocó esa cosecha se nos reconoce rápido por una cualidad: somos un poco "bocachanclas", no tenemos miedo a la palabra y nos aventuramos a contar lo que sentimos, pensamos, creemos y hemos vivido con una soltura que a veces parece ser politicamente incorrecta. Sumando el nacer en el 72 con lo vivido da como resultado que cuando hablo en público soy "demasiado vehemente" y eso lleva a que los demás se sientan intimidados. Entre eso y el temita de la admiración me encuentro en la tesitura de: a) callarme la boca para que los demás no sientan que intimido; b) ser bocachancla porque el mundo me hizo así; c) dejarme de tonterías y centrarme en lo que estoy viviendo y que se sume al carro quien le de la gana; d) otras opciones que ahora mismo no se me ocurren.
Una de mis socias dice que he tenido tanta prisa que he vivido como cuatro vidas en una, mi Maestro dice que he ido tan rápida que me sobraba una pierna para ir al ritmo de los demás y mi Marilo me aconseja parar para hacer punto de cruz antes de tomar decisiones. En fin que como la vida me ha llevado a este pause tampoco es que me haya sido dificil frenar, lo dificil es asumirlo y saber saborearlo. Ojú
Sin embargo lo que de verdad me preocupa es ¿cómo hacer para que ante una oportunidad tangible yo me esté quietecita viéndolas venir cuando yo siempre he sido de ir a buscar? Fluir dice el budismo que es la solución...vaya tareíta me espera...
Sé que es exactamente eso lo que tengo que hacer, sé que de ahí saldrá la mejor opción que regale el universo, pero tengo que reajustar las neuronas para que dejen de pensar que estoy perdiendo una oportunidad, cuando el aquí y ahora han sido el centro generador de deseos y satisfacciones. Parece ser que la madurez tiene que ver con eso, veremos a ver...

4 comentarios:

  1. Cuando sientes un tictac de fondo en tu vida, es normal que el miedo a desperdiciar el tiempo se apodere de uno y se lance al "cuanto más mejor", pero es simple temor a perderse cosas. El problema es que con eso se pierde precisamente lo mejor: el saborear.
    ¿Acaso no cambiarías un puñado de experiencias por poder darle al pause de la vida cuando Maya sonríe asombrada al descubrir algo nuevo?
    Tú ya has vivido mucho, de eso no hay duda, ya has experimentado la cantidad y ahora te toca la calidad de la exquisitez, del no todo ni todos valen, que ya era hora... Así que disfruta de cada instante, pero no saturándolo, no exprimiéndolo, sino degustándolo que también es una forma de vivir el Aquí y el Ahora.
    Yo no he vivido tanto, por eso disfruto de tu experiencia y trato de aprovecharla; pero te puedo asegurar que no cambiaría nada de mi vida, pues me ha traído hasta donde estoy ahora. Piensa en ello.Muchas veces creemos que sólo un estímulo concreto nos provoca una reacción determinada y al sentir que la necesitamos, buscamos ese estímulo concreto experimentado un vacío por su ausencia, sin darnos cuenta de que un nuevo estímulo está apelando justamente a nuestra necesidad y no lo estamos disfrutando...
    Un beso enorme.
    Te quiero,
    Mazes

    ResponderEliminar
  2. apa¡¡¡¡¡ estoy con Mazes... vive, saborea, disfruta...pero deja que la vida te busque a ti, que también es bueno dejarse encontrar, sin prisas, ni agobios, ni frustraciones... Eres un solete¡¡¡¡ disfruta de estas fiestas con tu familia, con tu niña y canta, sonrie y baila¡¡¡¡¡¡ que este año se acaba¡¡¡¡¡¡¡ que bien y lo bueno.... está por comenzar¡¡¡¡¡¡¡¡ jejejejeje. Muchos besos. Tere

    ResponderEliminar
  3. te tengo que querer ¡¡¡ hagas o no hagas punto de cruz¡¡¡ yo he aprendido mucho de ti, tu energia desmedida para muchos a mi que soy un poco slow me ha venido siempre de perlas, escucharte es pasar raticos estupendos, asi que nena pon tu el ritmo y bailamos. Marilo

    ResponderEliminar
  4. Yo soy del sesenta y dos y, sin embargo, me siento identificado con tu experiencia. Los sesenteros fuimos los primeros en plantear la ruptura generacional en España (que no es un proceso fácil ni de poco tiempo), también éramos muy bocazas, errábamos y acertábamos alternativametne pero siempre con un toque de brillantez y de novedad que otros han echado luego en falta. Nuestros institutos se sumaban a las protestas universitarias antes que las propias universidades. La esfervescencia era parte de nuestra idiosincrasia, el modo de identificarnos frente al pasado casposo del franquismo y la religión. También pagamos un alto precio por nuestra rebeldía: no tengo dedos en las manos para contar los amigos muertos, como si una guerra se hubiera tragado a buena parte de mi generación. En realidad, la mayoría de las veces funcionábamos con estereotipos. Nuestra infancia rural se topó de golpe con una adolescencia y una juventud sembrada de referencias a la cultura urbana,que desconocíamos verdaderamente y de la que sólo teníamos estereotipos que venían ya gastados desde otros países. En tales circunstancias era fácil creerse a pie juntillas aquello de 'vive de prisa, muere joven y deja un bonito cadáver'.

    Un abrazo, Norah, de José Luis Ibáñez.

    ResponderEliminar