miércoles, 19 de octubre de 2011

Prohibido echar el ancla

Los límites están situados encima de los hombros y reposan en la cabeza en posición de alerta para saltar a la primera sospecha de cambio y aventura.
A lo largo de mi vida he tenido la oportunidad de conocer a personas englobadas en una diversidad apabullante, un abanico de matices imposible de definir han engalanado los días con ires y venires de gentes cuya única similitud sólo era achacable a que todos y todas somos seres humanos.
Deportistas, sedentarios, urbanitas, rurales, crápulas, egoístas, altruistas, conservadores, progresistas, pijos, barriobajeros, hombres, mujeres, eternos niños y eternas niñas, evolucionados, primarios, espirituales, terrenales, materialistas, austeros, derrochones, retadores, pacíficos, amorosos, asertivos, agresivos, inhibidos, creativos, manipulables, rígidos, flexibles, heteros, homos, bis y trisexuales, vegetarianos, carnívoros, anoréxicos, felices, infelices, cultos, ignorantes, jugadores, bebedores, sanos, sabios, torpes, cobardes, valientes, cómodos y aventureros...gentes al fin y al cabo.
Por muchos adjetivos que se me ocurran para definir al limitado número de humanos que han pasado por mi vida, siempre me quedaré corta. Sólo por eso ya estaré limitando su grandeza encerrándola en palabras que sólo definen una ínfima parte de los que son, de lo que somos. Es por eso que cualquier etiqueta supone una respuesta agresiva, castradora y triste de la inmensidad que esconde cada mirada con la que cruzamos la nuestra.
Cuando esa etiqueta viene de fuera, conservamos aun la posibilidad de defendernos de ella, aunque no siempre lo hagamos y nos quedemos en una cómoda inacción que nos regala un espejo viciado pero que nos facilita definirnos frente al resto...aunque no sea cierto, en psicología se llama la "profecía que se autocumple". Pero cuando la etiqueta viene de dentro es mucho más peligrosa porque nos establece límites que bloquean la capacidad de crecer e incluso de ser felices, vamos que nos da un estacazo en mitad de la cabeza y nos deja tirados en mitad del camino diciendo "es que yo soy así". Esa frase es la más absurdamente limitadora que el ser humano es capaz de verbalizar, sencillamente, porque si con lo que cada día nos pasa no somos capaces de argumentar y avanzar para adaptar el cerebro y la vida a las circunstancias, nos condenamos a un infelicidad eterna. Cambiar es darle una patada a los límites internos, es escuchar, es dejarse llevar por una suerte de instinto aventurero que nos saca a pasear más allá de la rutinaria zona en la que todo está bajo control. Nos hace grandes porque entendemos que el mundo es grande y que descubrirlo, pasito a pasito, es una permanente apuesta por permanecer en él. Con todos mis respetos, estoy segura de que los sofás (atrapalotodo caseros de consecuencias imprevisibles) han matado a más gente que los accidentes de tráfico, quizá porque sustituyen las ganas de vivir por la fría ilusión de vivir otras vidas que se nos proyectan a través de la televisión que, invariablemente, se sitúa frente al sofá.
Cambiar las etiquetas por oportunidades es una buena forma de empezar.
Hay otro tipo de límites, yo ahora lo estoy viendo claro a través de mis problemas de movilidad, aunque sigo pensando que la libertad está en la cabeza (algo que aprendí cuando impartí el primer curso en una cárcel y me di cuenta de que los internos sabían mucho mejor lo que era ser libre que la mayoría de la gente que yo conocía fuera), esos otros límites a los que me refiero son los que nos permiten llamar la atención sobre nuestros problemas y magnificarlos. El otro día cuando me tomaron las medidas para la prótesis me preguntó el técnico de la ortopedia si practicaba algún deporte antes de la operación, no sé por qué absurda razón le dije que sí (yo no he practicado deporte desde el instituto) que senderismo. A mi hermano casi le da un ataque de risa ¿senderismo, desde cuando? ¿desde que no puedo hacerlo? pues eso, que tampoco sé tocar el piano, ni hablar alemán, así que mejor dejo de pensar en lo que no puedo hacer y empiezo a disfrutar de ir aprendiendo cada día más sobre lo que sí puedo hacer, porque eso me dará las pautas y los argumentos para buscar la felicidad e intentar contagiarla.

Esta vez el vídeo que os propongo es un spot publicitario, me he emocionado viéndolo...espero que os guste.

6 comentarios:

  1. Cambiar es darle una patada a los límites internos..¡qué gusto de patada, y de frase tan gráfica! Besoss Tom

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  2. Sí cariño,vamos a tirar el ancla por la borda y a buscar caminos nuevos, que en realidad no están tan lejos, besos, sol

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  3. Gracias Tom, este post y los demás tienen mucho que ver con lo que el último año me ha traído, y en eso se incluye Maestros y Maestras como vos. Mil gracias

    Ay henmanita, que de anclas inconscientes nos lastran! Ea a por la revolución interna, que es de gratis. Te quiero mucho. Muak

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  4. Somos esclavos de las palabras (y lo dice una enamorada de ellas) y de los pensamientos (y yo me como el tarro tela) pelo me alegra ver que te fijas más en tus capacidades que en tus limitaciones.
    Mazes
    (ahora sí soy yo)

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  5. Norah, me encanta lo que has escrito y estoy totalmente de acuerdo en que "los sofás han causado más muertos que los accidentes de tráfico".Un abrazo y muchas gracias por compartir tantas emociones, sentimientos, experiencias vitales.

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  6. Se me olvidaba, el anuncio...¡¡¡GENILAL!!!!, Muchas gracias.

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