jueves, 24 de febrero de 2011

FRÁGIL


Es la fragilidad la seña de identidad del ser humano que más humanos nos hace. 
Lo que no se rompe jamás, para mí es sospechoso de fraude, de formar parte de la vida extraterrestre, o lo que es peor, de ser de metacrilato (Ese material raro que ni es vidrio, ni aire y por tanto ni ventila ni se rompe).
Cuando digo fragilidad, no digo victimismo, ni permanente estado de lamento, no. Cuando digo fragilidad digo que a veces se rompa (aunque luego se puedan pegar los pedazos), digo que tenga huecos, poros, aberturas, cuevas y grietas por las que entre y salga la vida, en esencia: que transpire, que es una cualidad única cuya misión es que no huelan mal ni los pies, ni las axilas, ni el alma.
Si no hay fragilidad no hay necesidad de estar en la cuerda floja de la vida, porque no hay nada nuevo que experimentar, por tanto se vuelve la existencia carente de emoción, de sentido y lo que es peor de propio amor a la vida. Porque la fuerza sin fisuras, el equilibrio permanente, la seguridad absoluta es una suerte de amenaza para quiénes deben experimentar la compasión en esta vida sin hacerse ningún rasguño, y yo eso no me lo creo. La fragilidad se podrá esconder detrás de la fuerza para evitar de ese modo comportamientos ajenos molestos, pero a no ser que hablemos de superdotados, extraterrestres o villanos de película no creo en su pura existencia, porque el común de los mortales no podemos tapar esa “bella tara” de nacimiento con ningún reparador como si fuésemos muebles.
Cuando la fragilidad llega al extremo y nos rompemos sucede algo inexplicable y del dolor inicial se pasa por varias etapas (estudiadísimas por los sicólogos: negación, ira, tristeza y aceptación), que son algo así como los tipos de pegamento necesarios. Pero el resultado nunca es igual, una vez roto y pegado (mucho mejor si la fase de pegado se hace con amor, apoyo y sin reproches ajenos, ¡donde va a parar!) ha cambiado la esencia, a veces se endurece, otras se ablanda, pero siempre muta, cambia, avanza o retrocede, pero lo que está claro es que transforma. Por eso decía yo que no me creo la fortaleza sin fisuras: porque lo que no cambia se pudre.
Y empezaba diciendo que nos hace humanos porque nos enseña a necesitarnos, nos enseña a entender lo que sienten los otros cuando se rompen para que sepamos estar cerca pegamento en mano (en caso de que nos lo pidan), nos abre el infinito campo de las emociones, nos enseña hasta donde somos capaces de llegar, convirtiéndose entonces en la paradoja más bella de todas porque sin la fragilidad jamás seríamos conscientes de nuestra fortaleza.
Ya no me da miedo ser frágil, porque he aprendido que quien me juzga por eso está cuidando exclusivamente de su fragilidad para que no se le desmande por culpa de la compasión. No me da miedo ser frágil porque me levanto una y otra vez con pegamentos de todos los colores y de ese proceso renazco siempre diferente. No me da miedo porque aparecen salvavidas inesperados en forma de risa infantil, de caricia tierna y conocida, de guiños amigos o de anónimas pero cercanas palabras de ánimo. A veces es tan simple como que Lenny Kravitz de repente irrumpa en mi ipod en mitad de la calle y me erice la piel, dejándome frágil a las miradas ajenas...pero fuerte en la idea de que nunca se sabe cuando te va a atracar la vida para robarte unos inesperados contoneos del cuerpo y unas danzas irreverentes de la mente.

4 comentarios:

  1. Me encanta esta entrada, creo que cuando hablamos de fragilidad nos entendemos bien, te acordarás que aunque tangencialmente también escribí algo sobre el tema.
    Coincido en que lo que llamamos humano, finalmente, no es otra cosa que esa característica por la cual, a pesar de seguridades, certezas, tozudeces, sabiduría, etc., siempre estamos a un tris de partirnos, y efectivamente no se trata de victimismo, que una cosa es tener dignidad y otra no ser digno de vivir una vida común o brillante.
    Siempre estamos a un tris de partirnos, en grandes trozos. Por esto la cirugía estética mal empleada me parece un pecado. Nuestro rostro, los ojos, las manos, todo aquello que se ve y, cuántas, lo que no se ve,ha de mostrar las cicatrices de las roturas, dignamente, como cuando después de haber vivido una aventura, elegida, obligada, nuestro cuerpo muestra arañazos, cicatrices, surcos que la piel guardó por nuestras expresiones. Recuerdo rostros: Irene Papas, José L. Sampedro, Josefina Molina y tantos, sus rostros son los de personas, los de humanos.

    ResponderEliminar
  2. Lenny Kravitz siempre consigue ponerme "los pelos como escarpias" que diría una compañera de piso de la universidad...
    Nada termina hasta que no se acaba, pero ¿cuándo acaba la permanente reconstrucción? Ojalá que nunca, ojalá que siempre exista una ampliación por hacer, una sorpresa por venir
    Maravillosa entrada

    ResponderEliminar
  3. "Sin la fragilidad jamás seríamos conscientes de nuestra fortaleza".....¡Qué gran verdad!. Lo más interesante de todo son los procesos de reconstrucción, que la mayor parte de veces resultan ser de CONSTRUCCIÓN. Surgimos más nuevos de lo que pensamos y ahora hay unos tratamientos laser...¡que no te queda ni cicatriz!. Y es lo que pasa, que lo que fué ayer muy importante, hoy pasa desapercibido...No nos tenemos porqué romper por el mismo lado.
    Besazos

    ResponderEliminar
  4. Estoy saboreando la entrada escuchando la B.S.O que has elegído y pensando en la falta que me hace un "bote llenito" de ese pegamento tuyo de mil colores, después de una semana como la que termina hoy, nefasta!!!
    Gracias por ser como eres, gracias por ofrecerme la seguridad de saber que entre tus letras encontraré temas que me harán pensar y me obligarán siempre, siempre reflexionar.
    3 besos...

    ResponderEliminar