sábado, 22 de agosto de 2015

TEORIAS Y PRÁCTICA

   Una se va aprendiendo la teoría y con ella cree tener recursos para la vida, pero resulta que no, que nunca sabemos qué va a pasar hasta que lo tenemos delante ¡menos mal!

   Y es que los manuales de supervivencia y terapia, los cursos, talleres y aprendizajes de laboratorio, tienen una buena dosis de avance personal, pero hasta que la vida va y te pone delante el contrato de prácticas no hay avance, no, no lo hay. La mundología es la verdadera asignatura pendiente que no se aprende en manual alguno, ese es el trabajo personal experiencial que merece la pena y por el que decidimos vivir, vamos... Otra de las cuestiones que me sobrecoge es la de la ausencia de empatía en función de un "estar trabajado" que hace que el ombligo propio adquiera descomunales dimensiones.

   Pero, a lo que iba, una llevaba ya mucha teoría aprendida, respirando y dejándolo sentir, afrontando posibles miedos, porque lo que es el miedo, el de verdad me ha soltado unas cuantas hostias en mi viaje a Costa Rica: miedo a ese caimán que me mira mientras busco las muletas para ir al ritmo que puedo, ese deporte de aventura que afronta el riesgo de vuelco con vientos superiores a los permitidos para practicar, esos animales desconocidos poblando cada paso, esas pasarelas sobre manglares, esas carreteras en mitad de la nada con puentes sin baranda, ese avión a solas, ese sentido de la orientación que nunca tuve haciendo de las suyas, esa gente nueva y diferente, esa tos salvaje que me hizo perder el conocimiento dos veces,...en fin miedo, lo que se dice del de verdad, inminente...y frente a él se sobrevive, se afronta...en caliente. 

Ningún manual sirve para ser quien es cada cual en estado puro, ni para definirnos, ni etiquetarnos porque es imposible definir la infinita casuística que cada ser humano afronta es su existencia, pueden servir de referente o de guía, pero yo creo que el verdadero guía es la confianza en la vida para avanzar a la pantalla siguiente de este videojuego infinito en el que nos hemos colado. 

Eso sí, después de todo lo experimentado y todo lo que queda por vivir, cuando llego a mi casa sana y salva, me caigo en mi cocina por un resbalón de las muletas y me daño un codo...¿será que es la zona de confort el verdadero peligro? A saber...

jueves, 4 de junio de 2015

¿Imposible? Anda ya...

Cada vez que se escapa de una voz la palabra imposible, sucede como en "Peter Pan" cuando alguien dice no creer en las hadas: que muere una de ellas. Y como simil de hada pongamos el potencial creador magico que reside en cada ser humano.
Porque imposible no hay nada. 
Cuando hace cuatro años mi amada amiga Manuela me decia: "no te preocupes, de este momento te levantaras y asumiras la vida como si tal cosa", yo la miraba desconcertada y callaba mi rendicion, convencida de que esa vez era demasiado gordo todo como para levantar cabeza. Pero de esa rendicion nacieron las alas. Y despues de ese tiempo, vino otro de desolacion emocional, y otro de reaprender todo...y detras de cada dolor se escondia un miedo, y delante de cada miedo una oportunidad, a veces solo una oportunidad de saber que por ciertos caminos...mejor no.
La noche oscura del alma, de San Juan de la Cruz, la aniquilacion de la anterior vida (y aun muchos se resisten a llamarme con mi nuevo nombre, como si en algo me asemejara a la de antes de la amputacion), la resurreccion al mundo del no existe la prisa. Y justo entonces, cuando ni nada espero, ni nada se espera de mi...aparece la paz. 
No una paz de mantras y retiro, no, una paz de actividad frenetica y emociones, de nuevos encuentros, ciudades, personas y hasta personajes decepcionantes. Una paz cimentada en la confianza en que nada depende de mi, no hay nada que controlar excepto lo basico. Una paz de despertares ciertos y mensajes de amor. Esa que empuja a un paso mas...porque mas miedo del que tenia hace 4 años es imposible fraguar en una sola vida. 
Esa que me permite opinar en publico y dejar de callar antes las sandeces politico-casposas, ante el pensamiento unico, ante la barbarie de lo supuestamente "normal", ante lo dogmatico, ante lo corrompido y cruel de quienes justifican la barbarie de un sistema podrido.
Esa que me permite hacerlo, porque tambien en lo sociopolitico hemos vivido una noche oscurisima del alma y ya parece estar amaneciendo, esa que me mueve hacia el sentido de lo humano, del valor intrinseco del ser humano frente a los sectarismos y las sumisiones. 
Esa paz de hacer lo que me sale del alma y confiar en que la vida es cada dia mas amable...y entonces soltar lastres, cortar los cordones umbilicales que me ataban, respirar, respirar, respirar, mirar alrededor y buscar horizontes mas utopicos, pero no imposibles...y con el equipaje justo dar rienda suelta a la vida y volar hasta Costa Rica...para dejarme de tonterias y de verdad lanzarme a la pura vida. A esa que Manuel Alba me contaba hace casi 20 años, esa de la que Marilo me hablo a traves del libro que estaba leyendo el dia que la conoci. Esa que no viene en las guias de viajes, porque yo soy poco turista y mas bien viajera. Esa pura vida que me ha despertado hace unas horas con una sonrisa infinita, un cafe recien hecho y caricias en el alma de mis celulas. 
Y entonces resulto que nada era imposible, que Manuela llevaba razon y que, como dice mi sabia amiga Isa de Huelva: la clave esta en convertir la incertidumbre en aventura...y justo en ese momento suceden los milagros.

(PD: no puedo poner acentos en este ordenador, ohhh)

martes, 17 de febrero de 2015

Glamour natural


A estas alturas de la película una que ya ha vivido tantas elecciones, tantos programas electorales y tanta cosmética electoral (otra vez han levantado las aceras de mi barrio esta semana, anda que...), a lo que iba que a estas alturas las ilusiones no me las contamina ya ningún medio acreditado, porque son tan frágiles que no las expongo a semejante patio de estupideces. Aunque es verdad que los ataques salvajes me dan que pensar que "como la mejor defensa es un buen ataque", le tiramos piedras a cualquiera que nos ponga en evidencia la zona de confort tan cruel en la que nos instalaron casi sin darnos cuenta. Pero es que realmente me da igual, me parece un juego en el que el resultado se verá con el tiempo... y por tanto me quedo con detalles nimios que me alegran una miaja la vida ante tanta insidia carroñera.
Y hay un detalle que no se me pasa por alto: el ministro de finanzas griego. Míralo despacio. Así sin corbata, con su mirada profunda, su formación académica como tiene que ser y su valentía para sacar pecho...pero sobretodo su glamour natural para salir en las fotos que dan ganas de ...votarlo...incluso a mí.

Y es que, aunque las comparaciones no son buena idea, si una mira al panorama patrio se le cae el alma a los pies ante la imagen de su homólogo español (no quiero citar al Señor Burns de Los Simpson, no quiero pero se me ha escapado) ¿Qué que no? Ni entro en programas electorales, ni en ideas, ni en compasión, ni en la mirada al pueblo...no, ni eso, ahí acabaríamos llorando cual tragedia griega. Me quedo con lo más frívolo: la imagen. Hay gente que posee un glamour natural para venir a hacer lo que hacen, que se ponen la mano en la cara y te dan ganas de escuchar y hay otras que de tanto ponerse una máscara tras otra ya no sabes, ni saben, quienes son... y claro la credibilidad que ofrecen es minúscula. Será que como está recién estrenado en estos lares políticos aun no peca de esa dolencia, pero ¡qué ministro!

No es sólo en política, he observado que cuando alguien se dedica a lo que de verdad ha venido a hacer  se embellece, será porque lo hace con amor...al menos al principio...y le sale un glamour natural que hace más fácil la vida...¿o será que este señor me está llevando por el mal camino? ¡Bendito glamour de encontrar cada uno el suyo! El camino digo... y si está basado en la experiencia, en la diversidad, en la capacidad de cambio y en el disfrute sin prejuicios...mucho mejor.

jueves, 22 de enero de 2015

El café del desayuno

No, no es fácil.

Cada mañana al despertar el sueño me ha jugado la mala pasada de invitarme a recordar que tuve dos piernas, o que me cubren unos cálidos brazos que, de momento, pasean desnudos al sol de lares más templados.

Cada mañana al abrir los ojos todo el esfuerzo realizado durante años para poner a raya los miedos, parece no haber servido porque se me desatan los temores, las luces de quirófano, los crueles abandonos, la soledad de mirar las muletas y saberlas mis compañeras para siempre. Pasa un rato antes de recordar que cada día pasa lo mismo pero que luego cambia. Así que me levanto con una tristeza inconmensurable hasta que me hago el mismo tonto chiste de todos los días "al menos me levanto siempre con el pie derecho". 

Es entonces cuando voy a la cocina, pongo la radio y preparó el café. Ese café tiene efectos realmente terapeúticos, sanadores, mágicos...porque bastan sólo unos minutos para que empiece a despertar el lado amable de mi cerebro, para que me empiece a sugerir qué hacer durante la jornada y tratar de llenarla de la vida que me toca ese día y que de verdad me apetezca, sobretodo porque a estas alturas cada vez hago menos cosas que no salgan de lo más profundo de mis ganas. 

Ese café me recuerda que tengo llamadas, mensajes o guiños pendientes a gentes que me aman de verdad, que están atentas a la vida y que son capaces de reírse para ahuyentar los malos presagios. Gentes de cualquier lugar, y de aquí, gentes que un día se cruzaron y se quedaron en mi vida. Compañeros de viaje o de tramo, pero descubrimientos de esta existencia impredecible, en la que cada cual encaja en el puzzle para mostrar una parte importante del paisaje vital.

Ese café me reconcilia con las muletas, me calienta por dentro mientras me abre las ventanas para que observe el camino recorrido y, en un breve giro de la mirada, el horizonte se vuelva bello, poblado y amable. Y es justo entonces cuando me grito ¡basta ya! y me envuelve un entusiasmo renovado al recordar que solo depende de mí el enfoque y que elijo ese momento, no otro, porque sólo tengo ese en mis manos, ese que me permite creer en el pálpito de vida que me asombra cuando dejo de ponerme retos para permitirme apasionarme  por el instante presente. 

Es ese proceso, en sí mismo, el que hace posible la reconstrucción, no lo que pase después, ni fuera, sino lo que pasa cuando descubro una canción, una voz, una luz, un paso nuevo, un café humeante con el que vencer las sombras que están al acecho.

...Y empiezo el día...no sé si seré adicta al café (ni me importa), pero sé que la vida -y yo- somos más amables después de ese momento de reconciliación, cada cual tiene sus estrategias de supervivencia...




jueves, 27 de noviembre de 2014

En este momentisimo

Cuando hace unos años empecé a escribir en este blog buscaba reivindicar mi nuevo nombre ante el mundo, fue la fórmula que se me ocurrió para hacer extensible una breve explicación sobre dicho cambio y, de esa manera, no tener que ir dando argumentos a diestro y siniestro sobre mi decisión (claro está, si me hubiese sucedido ahora me temo que las argumentaciones habrían sido considerablemente más breves: tengo derecho a llamarme como quiera...y poco más). Pero el caso es que entonces tuve esa necesidad, que ahora agradezco, porque de no haber sido así no habría volcado en este espacio tantas palabras, que me han ayudado a re-crear quien soy y sobretodo a empezar a creerme que tengo derecho a elegir quien quiero ser cada día.

Y es que este blog me sirve de repaso cuando se me olvidan ciertas opciones, ciertos momentos de claridad que a lo largo de estos años han sido pasos en la dirección que me ha traído hasta hoy. Y es que no se trataba tanto de explicar, como de explicarme.

Gracias a este blog tuve la oportunidad de argumentar para qué sirve la terapia narrativa cuando me senté a escribir "En busca de la sirenidad",  me dio la posibilidad de autonarrarme porque ya lo había hecho y aun lo sigue haciendo. Estos días en los que ando removida (mire usted que raro) lo he abierto para escribir y sólo me ha bastado leer su nombre "en este momento" para darme cuenta de que en el fondo es un alegato (no sé si consciente o inconsciente) de mi modus vivendi desde hace veintitantos años.

No, yo no he llegado a este amor al presente gracias a la meditación, ni al profundo análisis, ni tras la lectura de "El poder del ahora", no. Yo llegué aquí tras diagnósticos brutales, revisiones trimestrales y sustos varios. De modo que cuando, a lo largo de estos años, se me ha incitado a planificar en futuro me ha embargado una extraña sensación desnaturalizada que acababa por hacerme cometer torpezas de dimensiones épicas, porque lo natural en mí es estar en presente (y por si acaso se me olvida: ahora tengo que estar pendiente de cada paso que doy para no caerme).

Estos días me han ayudado a personarme como causa particular en mi propio autojuicio y defenderme de las necesidades de planificación exógenas, es decir que me he plantado de nuevo en mitad de la vida para decirme: jamía tú no tienes necesidad de planificar, ni de controlar lo que va a suceder, tú quédate donde más fácil es vivir que es aquí y ahora, que tu máster vital para aprender eso no ha sido barato.

Entre eso y decirle a la mente de vez en cuando (cada vez que empieza con los interrogatorios para hacerse la importante) "no lo sé" me estoy creando unos momentos de paz de lo más apetecibles y gustosos.

 Total si la confianza en la vida es saber que en "caliente" siempre sabemos resolver, mientras que en "frío" nos acaban comiendo las ansiedades, así que me quedo con la templanza cálida de permitir al presente que cree lo que tenga que ser, mucho mejor ¡donde va a parar!


lunes, 6 de octubre de 2014

Tarde de circo

Cuando mi hija ve un cartel de circo se le ilumina la cara. A mí también.

No, a mi no se me ha contaminado demasiado la idea infantil de que el circo crea magia, no, por mucho que se le cubra de un halo de tristeza, de que se le mire con cierto aire de antigualla, de que se nos haya creado una imagen indigna y prejuiciosa de sus protagonistas. Para mí el circo es una incógnita, como la vida, así que me da igual que sea en Madrid, en Málaga o en el pueblo de al lado, si me lo puedo permitir...voy.

Y sí, es cierto que hay cosas que me ponen en alerta (animales en cautividad, menores actuando,...), pero prefiero dar la oportunidad de que me demuestre que me equivoco antes de descartar el regalo.

Así que el sábado mi amiga Marina, mi hija y yo decidimos ir al circo instalado en las afueras de un pueblecito cercano. Las expectativas eran nulas, no suelen los grandes espectáculos acampar en nuestro recóndito terruño. Aún así antes de entrar ya merecía la pena ir, mi hija se pasó el día entero diciendo a quien quisiera escucharla que iba al circo, y ella sí que no tiene prejucio alguno. 

Llegamos pronto y nos instalamos en un digno palco, bajo una carpa que casi era un hogar. Las gradas eran bastante reducidas, la pista abarcable y preparada con jaula para la salida de los leones. Mi niña estaba con los ojos como platos, y carente de esos miedos que los mayores hemos barruntado (vete a saber para qué) sobre lo que podría pasar si se escapaban los leones, se caigan las gradas o la salida de emergencia no estaba cerca...es lo que tiene ser niña, esas cosas se ahorran y eso ya es beneficio neto. Primera lección: el miedo de otros no tiene derecho a arruinarnos la tarde.

Comenzó el espectáculo y de estar pensando en denunciar al domador, pasamos a querer darle las gracias. Resultó que aquellos leones no hicieron grandes esfuerzos, pero sí que comieron, se revolcaron para dejarse acariciar y jugaron como gatitos con aquel hombre sin látigo que les acariciaba la melena...Resultó que el adiestramiento era con recompensas y no con castigos. Tanto los leones, como los perros, caballos, dromedarios y hasta hipopótamo siguieron en su aparición esa estela, lo que hacían casi que era jugar más que otra cosa...Otra lección: hasta que no lo veas no pongas la denuncia, porque afortunadamente en cualquier sitio te encuentras la sorpresa de gente que trabaja con amor.

Quitar la jaula fue un trabajo en equipo en el que participaron todos los integrantes del circo de manera absolutamente sincronizada: cuatro minutos tardaron. Lección tres: No se tarda tanto en quitar barreras cuando está claro que el espectáculo debe continuar y las rejas no sirven para nada, eso sí hay que tenerlo claro.

Malabarista: correcto. Equilibrista: correcta. Tela voladora: correcta. Payasos músicos: dignos y correctos. Eso sí, cada uno de los integrantes tenía mil funciones a lo largo de la tarde: la taquillera tenía un número y cuando nos estaba en pista hacia algodón de azúcar, por ejemplo...Y esa fue otra gran lección: para que todo funcionara cada uno sabía su rol (o roles) y, con el mismo amor, recogían la pista que saludaban vestidas de lentejuelas después de un número impresionante. Trabajo en equipo de verdad, pero sobre todo con una dignidad tremenda, mirando a los ojos y sin temor alguno porque sabían que el resto del equipo no fallaría. 

Así hasta el final. Salimos tan eufóricas que no podíamos creernos ese estado anímico, con la que está cayendo y con la que nos cae en nuestras vidas. Pero sí, resulta que esos seres humanos, nómadas, atrevidos, dignos y artistas son capaces de darnos una pila de lecciones sin ser "divas" de nada, con la humildad del trabajo hecho a conciencia, sin titulares de prensa, sin autógrafos, tan sólo criaturas que trabajan para generar alegría por donde pasan. 

Ya sé que no todos los circos son iguales, pero éste fue capaz de lograr que las tres (y todo el público sin distinción de género, posición social, ni generación)  estuviéramos entregadas a la función,  gritando, aplaudiendo y cantando con la misma edad: la de mi hija, cuatro años. 

Entonces entendí qué es eso de conectar con la "niña interior", exactamente eso que estábamos viviendo: la ausencia de expectativa, afrontar el miedo, darle una bofetada a los prejuicios y hacerlos añicos, ilusionarnos, vibrar, confiar, compartir la alegría y que la vida nos parezca un espectáculo maravilloso que aparece de manera repentina, en el lugar más insospechado, cuando menos lo esperas.




sábado, 6 de septiembre de 2014

Hoy voy a empezar...

Hoy voy a empezar a construir...

A pique de arrancar el volante de mi coche, y con toda la piel erizada,  la sincronicidad constante con mi alter ego (versión abogada malagueña) me llevó a redescubrir el tema "Berlín" de Coque Malla hace pocas semanas. Un tema que, tiempo atrás, tarareé tantas veces con mi amigo Antonio (en esa oscura época en la que aun creíamos que llevaban razón los que nos cuestionaban, porque no se atrevían a vivir desde las mismas vísceras que nosotros). A lo que iba, que va la vida y me planta delante esta versión, esta declaración de intenciones que restablece la ilusión necesaria para darle al pasado su merecido agradecimiento y su ¡Vaya con Dios!...Y es que no hay fotos que valgan cuando sólo son una  maniobra de recaudación del fisco de los errores, así que mejor construir la casa desde ahora mismo, desde hoy, desde ya...

¿Qué casa? ¡Qué mas da!  La casa interior es la única que solita es capaz de levantarse una y otra vez, así que se puede instalar en cualquier sitio, es tan agradecida que todo son ventajas. Es esa la única casa capaz de resistir a los bombardeos emocionales, físicos y mentales.  La única que sabe que al otro lado del muro está la vida y que esos muros son sólo trampas mentales, que los límites están en la cabeza, y así (como mi amada Berlín) la casa interior se reconstruye después de los bombardeos:  sobrevive, se diseña y rediseña con la inmensa capacidad de seguir siendo vanguardia de las intención disfrutona  de abrirse un cabaret en el alma para que se disparen los placeres, que para eso están.

¿Qué dura para toda la vida? Nada, ni la vida misma...o todo. Y justo es la intensidad de ese instante en el que el tiempo desaparece el que abre la posibilidad de la eternidad (ya sea en Berlín o en Lisboa, que también tiene miga) Y toda la vida es nada, porque toda la vida no existe, existe esta vida que ahora entra por la ventana plena de luz de septiembre.

Y septiembre es precisamente el depositario de la esencia de esa reconstrucción porque todos nos llenamos de buenas intenciones: dejaremos de fumar, haremos dieta, gimnasio, leeremos más, amaremos más...Y lo de menos es que se cumplan o no, porque sólo esa energía de la intención cambia el mundo, cambia la mirada, cambia el enfoque, cambia lo que parece que nunca cambia y durante un mes somos capaces de empaparnos de ganas de renovarnos...para toda la vida que cabe en el disfrute de reconocer el inmenso potencial de cada uno para inventarse quién es cada mañana. 

Septiembre es una oportunidad de creer, una vez más, que se tiene derecho a construir la casa en la que vivir para toda la vida... Claro está, mientras dure la ilusión de que ésa es la que mejor nos viene en este momento. Pero con la tranquilidad de saber que se puede cambiar de planos al rato y diseñar nuevos cimientos, siempre que sean menos nocivos que los anteriores, y así construir la siguiente y la siguiente y la siguiente,  confiando en que cada día es una ventana posible en la que respirar la eternidad.

¡Feliz septiembre!